Queridos hermanos y hermanas:
Continuamos hoy la catequesis sobre el quinto mandamiento del decálogo: «No matarás». Hemos ya reflexionado sobre cómo a los ojos de Dios toda vida es valiosa, sagrada e inviolable, porque somos su imagen y objeto de su amor infinito.
En el Evangelio que hemos oído, Jesús revela un sentido aún más profundo de este mandamiento: la ira, el insulto y el desprecio contra los demás son también una forma de homicidio. Por eso, indica que si al presentar nuestra ofrenda nos recordamos de haber ofendido a alguien, debemos ir antes a reconciliarnos con esa persona.
¿Qué quiere decirnos Jesús con esto? Que lo importante es el respeto a toda la persona, no sólo a su dimensión física sino también a la espiritual, porque la indiferencia también mata. No amar es el primer paso para matar; y no matar, el primer paso para amar.
La vida humana tiene necesidad de amor auténtico, un amor como el de Jesucristo, lleno de misericordia, que perdona y acoge sin condiciones. No podemos sobrevivir sin misericordia, todos tenemos necesidad del perdón. Por eso, si matar significa destruir, suprimir o eliminar a alguien, no matar es, en cambio, cuidar, valorizar, incluir y perdonar a los demás.
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