Con el ánimo de poder hacer comunidad en estos difíciles tiempos de pandemia, es que queremos compartir con ustedes un ciclo de entrevistas a algunos de nuestros catequistas que desarrollan su misión a lo largo y ancho de nuestro Arzobispado. Queremos revisar la vida y el testimonio de estos verdaderos discípulos misioneros del Señor que cumplen la importantísima y tarea de llevar el mensaje de esperanza cristiana en el día a día en sus catequesis.

En nuestra primera entrega, queremos compartir la historia de vida y pastoral de nuestra amiga Ana María Bravo Torres, de la Parroquia Madre de la Divina Providencia en Puente Alto.

Ana María está casada con Walter hace más de 37 años y cuenta con la gracia de tener tres hijos: Ana María (Psicóloga), Fernando Esteban (Preparador Físico y Entrenador Deportivo) y Ángela Carola (Ingeniera Comercial). Nos comentó también, con tristeza, que “entre los dos mayores y la menor tuve un aborto, es doloroso ese momento, pero lo aprendes a llevar en la vida.”

¿Cómo llegaste a ser catequista?

Viví gran parte de mi vida en la comuna de Ñuñoa -a la cual llegué con sólo un mes de vida- y la Parroquia Santa Marta era la más cercana. Allí realice todos mis sacramentos.  Recuerdo que, cuando terminé de preparar a mis hijos mayores, un día me pidieron que ayudara a inscribir a unas familias que querían preparar a sus hijos e hijas a su Primera Comunión. Cuando terminé de inscribir, me dijeron que ese grupo lo prepararía yo.  No lo podía creer, me estaban pidiendo que fuera catequista. Para mí era un tremendo honor y desafío, que recuerdo con mucho cariño.

¿Y hasta qué año estuviste ahí?

En el año 2000 nos fuimos a vivir a la comuna de la Reina, en la cual estuve hasta el 2019. Allí estaba cerca la Parroquia de Santa Rita, marcando un profundo cambio en mi vida. En aquel entonces le preguntaba al Señor todos los días, mirando la Cruz que hay sobre el altar de la Parroquia: ¿Qué estoy haciendo aquí? La respuesta fue clara: ser invitada a la Pastoral Vida y Salud y la Pastoral de Espiritualidad.

En ese tiempo realicé también un curso en Caritas Chile, allí entré al voluntariado de la Penitenciaria donde iba a acompañar llevándole la Palabra de Dios a los privados de libertad en el Hospital. Esta experiencia me permitió conocer otra realidad, ellos no nacieron siendo lo que son, ahí se encuentran los excluidos de esta sociedad, de la cual soy parte.

Después, entro al voluntariado del Hospital Militar donde iba a acompañar a los enfermos y en especial a los de diálisis donde les llevaba la Comunión, cada vez que iba miraba a Cristo, en una cama, en cada uno de los pacientes que estaban tres horas conectados a una máquina para tener un día más de vida. El regalo más grande es que uno pasa a ser parte de sus familias. También entré al voluntariado de Radio María donde uno se entrega para todo lo que se necesite.

Me comentabas que eso fue hasta el 2019, ¿qué pasó después?

Desde fines del 2019 y hasta hoy, vivo en Puente Alto. Otro cambio de vida en donde la Parroquia Madre de la Divina Providencia de la Vicaría del Maipo me recibe con los brazos abiertos.  Me presento con el Párroco, el Padre Alejandro Rivera, de los Barnabitas, para colocarme a su servicio. Hicimos un discernimiento por algunos meses y un día me pide que si podía hacer catequesis para preparar a una persona para su confirmación. También me pidió tomar la Coordinación de la Catequesis Familiar de Iniciación a la Vida Eucarística (CFIVE) de la Sede Parroquial y sus cinco Capillas: San Antonio Zaccarias, Inmaculada Concepción, San Pablo, San Alejandro Sauli y Cristo Salvador. No lo podía creer, nuevamente el Señor me estaba llamando después de tantos años a la catequesis.

Lee aquí la segunda parte de esta entrevista.