El buen trato y nuestras comunidades



El Papa Francisco insiste en la importancia del cuidado del mundo. También del cuidado de nosotros mismos y de los unos a los otros...

El Papa Francisco insiste en la importancia del cuidado del mundo. También del cuidado de nosotros mismos y de los unos a los otros, cuidando fundamentalmente la común dignidad humana y el bien común, acentuando la relevancia de cuidar y sostener a los más frágiles y débiles.

Cabe señalar, que los orígenes del buen trato subyacen así en lo hondo de la naturaleza humana, creaturas de Dios y seres vivos personales. Tanto así, que desde la concepción de un nuevo ser, luego durante la infancia, en la vida adulta y en la vejez, ninguna persona puede sobrevivir sin los cuidados de otra. 

Y esto es porque cuidar y tratar bien a los otros es algo natural y tiene tanta base biológica como la necesidad de alimentarse, descansar, dormir o reproducirse. Y para quienes son creyentes, está impreso en el corazón humano.

En consecuencia, la Arquidiócesis de Santiago, se ha sentido desafiada y comprometida entonces a volver a ser, como dice el Papa Francisco: “un testimonio de comunión fraterna”. Donde no exista cabida para maltratos y abusos de cualquier índole sino que, muy por el contrario, lo que predomine sean relaciones basadas en prácticas de Buen Trato. De esta forma, ir reconstruyendo confianzas y recuperando la credibilidad.

Dado lo anterior, es que se ha incentivado, al interior de la comunidad, una mirada ecológica del abuso y donde la prevención es entendida como “toda acción que favorece la reducción de los factores de riesgo y el aumento de los factores de protección que pudiesen estar presentes en los distintos niveles contextuales que propone dicho modelo; específicamente, en el microsistema, exosistema y macrosistema”. Esto invita a comprender el tema del abuso de una perspectiva más integral, considerando los distintos contextos en los que la persona se desenvuelve, los que pueden propiciar condiciones que favorezcan dinámicas abusivas, constituyéndose en factores de riesgo.

Por ejemplo, en el caso de que un niño, niña o adolescente tenga dificultades para expresar sus emociones, posee pobres habilidades sociales y baja autoestima. Además, tiene una familia en situación de crisis que no logra satisfacer sus necesidades de cuidado y protección, todo ello sumado a un ambiente donde las relaciones se basan en el sometimiento y en la resolución violenta de los conflictos, podríamos señalar que posee factores de riesgo que lo hacen más vulnerable a ser víctima de una situación abusiva.


Por lo tanto, cuando se habla de prevención se deben desplegar acciones tendientes a aplacar los efectos de los factores de riesgo y potenciar los así llamados factores de protección. Desde esta perspectiva, adquieren especial relevancia los estilos relacionales y los modos de vinculación predominantes al interior de una comunidad. Este “modo de ser”, cuando se basa en pautas positivas de relación, genera una inmunización frente a eventuales dinámicas abusivas que se pudiesen suscitar y la comunidad se vuelve nuestro principal factor de protección. Así también pueden serlo aquellas instituciones u organizaciones en donde el niño o niña se desenvuelve (excluyendo a la familia nuclear) y cobra relevancia el colegio, el barrio donde vive, sus amigos, el contexto laboral de los padres, etc., también la parroquia o la comunidad eclesial en un sentido más amplio. 

De este modo, el Buen Trato se vuelve fundamental para el desarrollo de los niños y de los adultos, previniendo la ocurrencia de malos tratos y favoreciendo su detección oportuna. Además de colaborar con amortiguar los efectos del abuso sexual, del bullying y las diversas formas de maltrato, favoreciendo su superación. 

Elementos del Buen Trato:

  • Reconocimiento. Punto de partida para el Buen Trato. Es la capacidad de darse cuenta de que, tanto como uno, el otro existe y tiene características, intereses, necesidades y formas de expresión tan importantes como las nuestras.

  • Empatía. Capacidad de darse cuenta, entender y comprender cómo se siente, cómo piensa y por qué y cómo actúa el otro con quien nos relacionamos. Sólo es posible desarrollarla si hemos reconocido al otro.

  • Comunicación. Es diálogo. Está constituido por mensajes que intercambiamos con el otro con alguna finalidad. Sólo si se basa en los dos elementos anteriores es verdadero diálogo.

Finalmente, cabe destacar que una de las manifestaciones más relevantes del amor son el Buen Trato y las capacidades para cuidar a los demás.

 






  
  

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