Al sumergirnos en la meditación de este pasaje, Macarena destaca la admirable grandeza de Jesús, quien, al nacer y hacerse pobre, experimentó la realidad de la tentación durante cuarenta días. Esta vivencia, según la catequista, nos ofrece una poderosa lección: no debemos temer a las tentaciones. En lugar de ello, debemos recordar constantemente nuestra condición de hijos de Dios, compartiendo esa misma filiación con Jesús.
Macarena enfatiza la importancia de comprender que, al avanzar bajo el amparo de Dios y guiándonos por Su Palabra, siempre estaremos en Su presencia. Nos asegura que, al hacerlo, contaremos con el auxilio divino, la protección y experimentaremos un gozo profundo en el corazón al sentirnos conectados con Él. En última instancia, Macarena subraya que el propósito de Jesús al vivir esta experiencia fue inspirarnos a darnos cuenta de nuestra propia capacidad para superar las tentaciones y abrazar nuestra herencia divina.
Este relato nos invita a reflexionar sobre cómo, al seguir los pasos de Jesús, podemos encontrar fortaleza y alegría en nuestra relación con Dios, permitiéndonos enfrentar las pruebas con confianza y recordando siempre nuestra identidad como hijos de Dios. (Ver video aquí)
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