En su comentario, el catequista evocó la narración evangélica del milagro de Jesús aplacando la tempestad, destacando cómo este acto divino nos invita a confiar plenamente en la providencia de Dios. "Cuando tenemos temores que nos agobian, Él nos abre el corazón a la valentía de la fe," expresó Juan, subrayando que en los momentos de mayor desesperación, el Señor se presenta ofreciéndonos su amor incondicional como una roca firme.

El catequista también instó a la comunidad a reflexionar sobre su propia fidelidad a esta roca de amor. "Como catequistas podemos preguntarnos hoy, ¿estamos fieles a esta roca que es el amor de Dios? ¿Cómo vivimos el amor fiel de Dios hacia nosotros?" Reconoció que los miedos pueden paralizarnos, especialmente en una sociedad que muchas veces excluye en lugar de incluir, pero también resaltó la responsabilidad de los catequistas de ser testigos de la alegría del Evangelio, practicando la misericordia y la paz.

En su mensaje, recordó a los fieles que Cristo siempre está cerca, incluso cuando sentimos que nuestra fe se tambalea. "Cristo no está lejos de nosotros, duerme junto al Último, para que cuando nuestra fe desfallezca, cuando estemos tristes y desamparados, Él tome el timón de nuestra vida."

Finalmente,  destacó la figura de María como una estrella que brilla en el mar de nuestras vidas, guiándonos para no perder nuestro rumbo. Con un llamado a la confianza en Jesús, concluyó su reflexión con un fervoroso "¡Amén!" que resonó en los corazones de los presentes.